Tiempo para repensar el tiempo

Por Dr. Mario Cohen, presidente del Centro de Investigación y Difusión de la Cultura Sefardí (Cidicsef) y docente de nuestra Universidad.

Nos encontramos en el período llamado habitualmente como las Altas Fiestas Judías, que comenzaron con el Rosh Hashaná (año nuevo hebreo y de recordación de la Creación) y van a llegar a su punto más alto el lunes 25 con el Iom Kipur (conocido como Día del Perdón).

Estas festividades son una oportunidad para repensar la vida por lo ocurrido en el pasado inmediato y el futuro. Permiten al ser humano revisar sus actos en relación con los demás seres, con la voluntad de mejorar, siendo que el futuro se construye necesariamente con la elaboración del pasado. Una oportunidad para mirarse al espejo sin maquillaje. Un llamado a volver a la solidaridad y en contra de la indiferencia con los que más sufren. Al respecto reflexionaba Emanuel Lévinas respecto de nuestra necesidad de con-vivir con el prójimo: «Yo no soy el otro pero no puedo ser sin el otro».

¿Cuál es el significado profundo de estas antiguas festividades? Las Altas Fiestas Judías tienen un carácter universal porque convocan al sentido ético de la existencia humana, mientras que en su aspecto formal se manifiestan como una expresión particular del pueblo judío. Son celebraciones cuyo origen se remonta a un pasado muy remoto (unos 3000 años) a la vez que en el plano moral nos proyectan hacia un futuro más ético, transmitiéndonos su milenario mensaje ya que su lenguaje trasciende todos los tiempos. Son festividades cuyas premisas enriquecen la calidad de la vida, porque instan al ser humano a asumir con responsabilidad las acciones realizadas.

El llamado «Día del Perdón», lejos de ser un día aislado, se inscribe en un ciclo más amplio de cuarenta días previos de reflexión. La tradición lo asoció con los mismos cuarenta días que pasó Moisés en el Monte Sinaí orando por los pecados cometidos por su pueblo.

Las Altas Fiestas representan la época ideal para la realización de un balance del mayor capital que tiene cada ser humano: la vida. Un momento de re unión, de religión en el sentido original del latín: religare (volver a ligar). Un momento para volver a reflexionar sobre el sentido de la existencia, un tiempo para repensar «el tiempo».

Escribió el genial Jorge Luís Borges respecto al misterio del tiempo: «Repetidas veces me dije que no hay otro enigma que el tiempo, esa infinita urdimbre del ayer, del hoy, del porvenir, del siempre y del nunca» (El libro de arena). Justamente en estos días que recordamos la Creación del Universo está implícita la idea del comienzo de los tiempos.

«¿Cabría preguntarse cuál es en el mundo de hoy el sentido del tiempo?», se cuestionaba el rabino Abraham I. Heschel, y se contestaba: «La civilización técnica es la conquista del espacio material por el hombre. Es un triunfo frecuentemente logrado mediante el sacrificio de uno de los ingredientes esenciales de la existencia: el tiempo…» Pero ‘tener más’ no significa ‘ser más’. Parafraseando a Heschel, acotamos que durante las Altas Fiestas: «somos llamados a participar en lo que hay de eterno en el tiempo y pasar de los resultados de la Creación al misterio de la Creación, del mundo de la Creación a la Creación del mundo».

La pausa que imponen estas festividades nos sugieren pensar en dos dimensiones trascendentes que tienen validez universal, una de ellas es el tiempo (de nuestra existencia) y la otra es el espacio (en relación con nuestro prójimo).