Auschwitz, tumbas cavadas en el aire

Por Mario Eduardo Cohen, presidente del Centro de Investigación y Difusión de la Cultura Sefardí (CIDiCSeF) y docente de UMAI, para el diario La Nación.

El 7 de octubre Israel sufrió una feroz agresión del grupo terrorista Hamas. En el terrible ataque asesinaron, violaron y secuestraron a civiles, atrocidades que nos recuerdan la época del Holocausto. Los hechos no son comparables en su dimensión, pero son similares en su crueldad. Mientras los nazis ocultaban sus atrocidades, Hamas las hizo públicas.

Justamente, en esta semana la humanidad recuerda la persecución y matanza de judíos por parte de la Alemania nazi, hechos conocidos en la historia como Holocausto o Shoá (en hebreo). Según el filósofo español Manuel Reyes Mate fue la época en que “la humanidad alcanzó su más alto grado de inhumanidad”. El mayor trauma de la historia. El 27 de enero de 1945 finalizó el martirio en Auschwitz, donde fueron masacradas alrededor de 1.100.000 personas, en su gran mayoría judías. También asesinaron a homosexuales, gitanos, discapacitados y disidentes polacos y rusos.

El historiador Raul Hilberg así refiere la “eficiencia asesina” del campo: “El recién llegado descendía del tren por la mañana, por la tarde su cadáver ya había sido quemado y sus ropas empaquetadas y expedidas a Alemania”. El campo de concentración también servía como base para el trabajo esclavo y la experimentación médica en seres humanos. Auschwitz -Birkenau fue el engranaje más grande en la política nazi de asesinato masivo, pero no el único. Por su crueldad mayúscula hoy la bibliografía también se centra en los grupos de tareas, Einsatzgruppen, que mataron a sangre fría y a quemarropa a 1.500.000 civiles desarmados.

¿Por qué recordar lo que ocurrió en la Shoá? Porque Auschwitz había sido armado para el olvido. Los nazis trataron de no dejar pruebas del crimen. Destruyeron los hornos crematorios, quemaron los archivos, ejecutaron a los Sonderkomandos. Pero las evidencias fueron de tal tamaño que fue imposible tapar la realidad. Nos quedaron los testimonios de los sobrevivientes y miles de tumbas de los mártires “cavadas en el aire”. El sobreviviente Primo Levi también se expresó contra el olvido: “Si morimos en silencio, como nuestros enemigos desean, el mundo no sabrá lo que el hombre ha sido capaz de hacer y lo que todavía puede hacer: el mundo no se conocerá a sí mismo.”

La recordación del Holocausto se inscribe en el “devoir de mémoire” (“deber de la memoria”), concepto acuñado en Francia hace tres décadas, que se refiere a la responsabilidad moral de los Estados de recordar el sufrimiento causado a ciertas poblaciones (en este caso, a los judíos y otras minorías). Afirmaba el papa Juan Pablo II: “Auschwitz no deja de amonestarnos, aún en nuestros días, recordando que el antisemitismo es un gran pecado contra la humanidad”.

El Holocausto mató a millones de judíos, pero no mató al antisemitismo. En este momento en que ha resurgido ferozmente en muchas partes del mundo, es necesario recordar las consecuencias del odio y la xenofobia. Parece que no hemos aprendido las enseñanzas del Holocausto. La memoria se construye en una categoría fundamental para pensar lo impensado. Según Reyes Mate: “Para que no se repita, hay que recordarlo, porque en ese recuerdo se juega el ser o no ser de la humanidad”. La tarea de hoy es fortalecer la memoria. No podemos permitir que el olvido y la indiferencia causen una segunda muerte de los mártires.

Fuente: La Nación