Volver a la solidaridad

Por Mario Cohen, docente de nuestra Universidad y presidente del Centro de Investigación y Difusión de la Cultura Sefardí (CIDiCSef)

¿Cuál es el secreto de la supervivencia de la festividad hebrea del Yom Kipur (conocida en castellano como “¿el Día del Perdón”), durante casi tres mil años? Trataremos de dar algunas hipótesis sobre su vigencia en épocas tan distintas y en geografías tan disímiles.

La fecha recuerda el día que Moisés consiguió el Perdón Divino tras cuarenta días de ayunos y ruegos. Se trata del día más sagrado del calendario hebreo, y está dedicado por entero a la vida espiritual en la sinagoga, a la plegaria intensiva, a la meditación y a la recordación de los fallecidos.

¿Cuál es el misterio de esta festividad, que pudo perdurar por milenios en una sociedad en la que nos parece antigua una tecnología del año pasado? ¿Cómo es posible que plegarias y oraciones que datan de tantos siglos de antigüedad puedan conmover a los seres humanos modernos? Tendremos que aceptar que aquí se formulan las grandes preguntas de la existencia humana en el universo. A responder a la necesidad que tenemos los seres humanos de repensar el pasado y el futuro, regresando a la senda moral.

Una de las características principales de esta fecha es el arrepentimiento. “Un hombre que se arrepiente -dice Erich Fromm- es un hombre que regresa”. El Perdón Divino no es un regalo, sino una meta que debe conquistar el hombre al volver a lo mejor de sí mismo. Antes de pedir debemos perdonar a nuestros semejantes.

Emanuel Levinas, siguiendo a los profetas de Israel, muestra que la tragedia del hombre no procede de sus limitaciones y de la inexorabilidad de la muerte, sino que la hallamos en la injusticia que producimos o en la indiferencia ante el dolor de los demás. Por lo tanto, es un momento para pensar en el “otro”, en el necesitado. La palabra utilizada en hebreo para referirse a la dádiva o la caridad es Tzedaká; que literalmente significa “justicia”, dado que de eso se trata cuando ayudamos a quien lo necesita. En síntesis, es un Día de Reparación.

Al respecto se cuestionaba el cabalista Yehuda Ashlag con una pregunta inquietante que deberíamos hacernos siempre: ¿nuestra existencia beneficia a alguien?

¿Cómo es nuestro mundo? Actualmente, se destruye nuestro hábitat natural por la sobreexplotación; según el informe de la FAO, ya son 820.000.000 de personas (149.000.000 son niños) que padecen hambre, y son numerosos quienes mueren por enfermedades prevenibles. En nuestro mundo se tiene que imponer la ética de la solidaridad que nos enseña el Iom Kipúr. Vale recordar que el papa Francisco recriminó recientemente a la humanidad, señalando que vivimos en la época de la “globalización de la indiferencia”.

En el Día del Perdón recordamos las palabras del profeta Isaías, quien proclamó que no es el ayuno lo que purifica a las personas, sino los actos de solidaridad con el prójimo.

Concluye el día de oración con el expreso pedido de “¡ Játimá Tová!”, que significa: “¡buena firma!”. Simboliza el deseo de cada persona de ser refrendada por el Señor con una rúbrica afirmativa en el Libro de la Vida y en un mundo más justo.


Opinión publicada en diario La Nación, el miércoles 9 de octubre de 2019 https://bit.ly/2Ma4ovu