Se denomina ciencia a todo el conocimiento o saber constituido mediante la observación, el estudio sistemático (experimentación) y razonado de la naturaleza, la sociedad y el pensamiento. Requiere de la formulación y verificación de hipótesis y metodologías adecuadas al objetivo central de estudio y al estado del conocimiento más actual.
El objetivo primario de la ciencia es descubrir las leyes que rigen los fenómenos de la realidad, comprenderlos y explicarlos. De esto se desprende que el sentido más profundo de la ciencia es describir, explicar y predecir tales fenómenos con el propósito de mejorar la vida humana.
La ciencia no es neutral ni existe por sí misma, sino que resulta de nuestra creación. Cualquier científico serio sabe que la ciencia no es, ni mucho menos, infalible y que las verdades de hoy suponen los errores del mañana (Gaston Bachelard). En este sentido, la ciencia podría definirse como el arte de romper dogmas mediante la reconstrucción de lo que denominamos “verdad”.
Si bien la ciencia guía el desarrollo de los nuevos conocimientos, necesariamente convive con otro elemento esencial –de probada utilidad en la humanidad–, que es el sentido común. Definido, según el epistemólogo James Conant, como “una serie de conceptos y conductas que han probado en forma muy satisfactoria ser de uso práctico para la humanidad”. Por ello, resulta una herramienta sumamente útil para la supervivencia humana. Así, el sentido común no se sustenta en la clásica evidencia, sino sobre una racionalidad conceptual sólida que en las ciencias biomédicas podemos llamar “plausibilidad biológica”, y que le da soporte.
De especial interés, la ciencia y el sentido común pueden diferir por momentos debido a que responden a diferentes corrientes de pensamiento, pero conviven como elementos complementarios e influyen centralmente en las decisiones y el comportamiento humano. De hecho, la ciencia tiene una metodología que necesariamente requiere comprobación y tiempos no inmediatos, mientras que el sentido común, su complemento, debe regir las decisiones mientras esperamos el tiempo de las evidencias que aporta la ciencia.
Por otro lado, llamamos cientificismo a la postura que afirma la aplicabilidad universal del método y el enfoque científicos, y la idea de que la ciencia empírica constituye la cosmovisión más acreditada o la parte más valiosa del conocimiento humano, con la exclusión de otros puntos de vista, incluyendo al sentido común, cuando las evidencias experimentales todavía no han llegado o son conflictivas.
El cientificismo considera que el método científico es lo único aplicable a cualquier ámbito de la vida, ya que es lo único que genera resultados confiables. El cientificismo transforma a la ciencia en dogmática, en infalible, y es una barrera para el progreso del saber científico y filosófico sobre el hombre y sobre el mundo creado por él.
Los intereses políticos y económicos del mundo, junto con instituciones débiles e incapaces, llevaron al pánico y a su aprovechamiento vergonzoso en nombre de la “ciencia” y desacreditando otras posibilidades de probada utilidad para la humanidad, como el sentido común. De hecho, un claro ejemplo de esto ha sido cómo se manejaron los cierres de instituciones educativas y comercios –restricciones inútiles y prolongadas a la circulación– que llevaron la paciencia de la gente al límite. Sin tener en cuenta quiénes eran los verdaderos grupos de riesgo.
Por su parte, la ciencia hizo avances importantísimos en el campo de las vacunas, pero instancias regulatorias en nombre de la “ciencia” –no bien entendida– atrasaron su uso por fines poco claros. También, el ocultamiento del origen de la pandemia fue tristemente usado y aún no completamente conocido.
Muchos se preguntan, ¿por qué establecer una fecha para vacunar a un chico de 12 años sano y no a uno de 11 años diabético? ¿Eso es ciencia en época de pandemia? ¿Y el sentido común dónde quedó? ¿Por qué detener la implementación de una vacuna usada en cientos de millones de individuos por un efecto tromboembólico con mínima mortalidad en unas decenas de personas? Es sabido que este tipo de reacciones adversas suelen ser cosa frecuente en todo desarrollo de medicamentos. Al respecto, ¿alguien se plantea el número de muertes por el uso de medicamentos de venta libre en el mundo, como los antiinflamatorios no esteroides? Y, lo que es peor, ¿prohíben su uso?
Al mismo tiempo que se toman –o no– las medidas sanitarias más asertivas, siguen muriendo por infecciones cientos de miles de individuos en el mundo. ¿Cuál es el criterio que protege a los seres humanos? ¿Por qué los organismos de control y aprobación de vacunas tardan en su aprobación, y por qué no aplican conjuntamente criterios científicos y de sentido común para dar respuestas a la necesidad social?
Situaciones límites como el pánico frente a una pandemia facilitan la confusión de la ciencia y el sentido común como cientificismo, por lo que se cae en situaciones peligrosas para la vida de los individuos.
Es difícil entender por qué se ha aceptado la sentencia “esto es ciencia” como el sello de una palabra divina incuestionable, y profundizando, ya que hablamos de ciencia, ¿dónde está la evidencia?
Evidencia es prueba determinante en un proceso de certeza clara y manifiesta de la que no se puede dudar. La falta de evidencia tampoco es evidencia.
La clave de la ciencia es el pensamiento científico, más que la evidencia. La evidencia es una orientación válida, no una verdad absoluta. Evidencia es una muestra verificada y certera obtenida en una investigación –pero– en el marco de un contexto, y las leyes que explican el funcionamiento de las cosas y que surgen de la ciencia son generales, no particulares.
Para hacer ciencia debemos trabajar en equipo, sin egoísmos, con adaptación a los tiempos de una pandemia, sin caer en dogmas, con información seria, para fundamentalmente disminuir la morbimortalidad. La ciencia carece de ideologías y requiere sentido común…
La realidad no es lo que se ve, sino lo que debió haberse pensado (Gaston Bachelard).