Humo en la ciudad y quema de pastizales

Una docena de focos de incendio permanecen activos en jurisdicción de la localidad de Victoria (Entre Ríos), en el Delta del Paraná. La expansión del humo abarca hasta 350 km de distancia.

Por la Lic. Agustina Álvarez del Departamento de Ecología y Ciencias Ambientales (DECA) de UMAI.

¿Por qué se queman los pastizales?

Los incendios tienen dos orígenes: naturales o antrópicos. Los de origen humano, que son hoy lo más comunes y los que nos preocupan, se subdividen en controlados o prescritos, e intencionales. Los primeros son aquellos que se utilizan como técnica de manejo forestal y ganadero para objetivos tales como reducir la cantidad de biomasa presente, controlar el material combustible acumulado o prevenir y reducir el riesgo de incendios naturales de mayor magnitud. Sin embargo, se sospecha que los incendios actuales en el Delta, iniciados a principios de agosto, son intencionales e ilegales. Su propósito parte de diversos conflictos de intereses, como el aumento de la productividad del suelo para el ganado, la expansión de la frontera agropecuaria o por intereses inmobiliarios a expensas del impacto ambiental y social que generan. Esa fue la ocasión de los incendios en Corrientes en enero del presente año, donde las causas fueron diversas, como el extractivismo y la producción intensiva. Análogamente, los incendios en Amazonas (en Brasil principalmente, pero también en Bolivia y Paraguay) durante 2019, donde la intención principal parte de los intereses agrícolas para el proceso de desmonte y preparación del campo para cultivos. En ambos casos, el período de seca y el bajo o nulo porcentaje de humedad en dichas zonas exacerbó las consecuencias.

En la naturaleza, los incendios de pastizales son un fenómeno recurrente; suceden bajo condiciones específicas. Según un estudio publicado en la revista Geology en junio 2022, los incendios naturales no son nuevos en la Tierra: ocurren hace 430 millones de años. Para generarse, se debe presentar un combustible, como la materia orgánica (MO), y un factor de activación, como el calor excesivo, que induzcan el fuego. Eso sucede cuando se presenta una acumulación de MO y de carbono 4 por encima de los niveles naturales, particularmente de aquellos relacionados con su descomposición y reciclado. Esas condiciones, junto a períodos extensos de sequía y la incidencia de los vientos, convierten a la MO en un material ignífugo que propicia fuegos espontáneos. Por ejemplo, los incendios en Australia durante fines 2019 y principios 2020, donde la zona fue afectada por focos originados por la persistencia de altas temperaturas, sequía prolongada y MO-C4 disponibles. La cantidad y magnitud de los incendios fue muy extensa, más de 200 en todo el país, una superficie arrasada de 10 millones de hectáreas y una pérdida de fauna de alrededor de 800 millones de individuos de fauna terrestre.

Usos ancestrales del fuego

El fuego ha sido y sigue siendo un elemento esencial para la supervivencia del ser humano. Hace 1.6 millones de años que nuestros ancestros (homo erectus) descubrieron como generarlo, utilizándolo para ahuyentar predadores. Un ejemplo reciente del uso humano del fuego es la técnica de «roza, tumba y quema», utilizada como sistema de manejo de suelo productivo de alimentos base por la cultura tradicional maya del norte de Yucatán (México). Es decir, culturas humanas ancestrales ya manipulaban el fuego como sistema de manejo agrícola e intervención ambiental desde hace milenios. Y lo siguen usando.

Los factores abióticos como el agua (erosión hídrica) y los vientos (erosión eólica), son agentes modeladores de las geoformas de la Tierra y, en el caso de los ecosistemas, se agrega el fuego. Pero existe una controversia científica sobre si ciertas dinámicas ecológicas se regulan (o regulaban) con fuegos o no, y sobre cuál fue la participación histórica del hombre en dichos procesos. Por ejemplo, en los actuales pastizales de Corrientes, se sospecha que antiguamente su fisonomía era mixta (con más bosques o arbustales que fueron talados y/o quemados).

¿El humo es contaminante? ¿Por qué persiste?

Otra controversia asociada con los grandes incendios es cuán tóxico es el humo propagado. En términos ambientales, las consecuencias de grandes cantidades varían desde la formación de nubes negras que impiden el paso de la luz del sol, dificultando la productividad natural del suelo, hasta consecuencias más graves. La persistencia de partículas en la atmósfera depende de diversos factores: extensión, intensidad, frecuencia y magnitud del foco de incendio. Si las condiciones meteorológicas y la dinámica atmosférica son propicias, la propagación del humo puede extenderse a cientos o miles de kilómetros solamente en pocas horas. Un ejemplo de propagación es la erupción del volcán Puyehue (Chile) en 2011, cuyas cenizas afectaron gravemente a las ciudades argentinas aleñadas como Bariloche, e incluso llegaron a Buenos Aires, ubicada a 1.350 km.

La calidad de aire se determina mediante múltiples indicadores, siendo MP5 y MP10 (material particulado de diámetro menor a 5 o 10 μm, respectivamente) los más usuales para evaluar si el humo es nocivo. Cuanto menor es el diámetro, mayor es el riesgo de afectación a la salud de los seres vivos, dado el mayor riesgo de inhalación, causando irritación en el sistema respiratorio y la inducción de enfermedades pulmonares. Diversos organismos, como la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE), cuentan con geo-portales en red para visibilizar focos de calor y mediciones de calidad de aire, que son de acceso público para todo aquel que desee utilizarlos. CONAE provee también información satelital a los organismos en apoyo a este tipo de emergencia ambiental. https://geoportal.conae.gov.ar/mapstore/#/viewer/openlayers/geoportal.

Impacto ambiental de las quemas intencionales

Según el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, los incendios de pastizales y bosques provocan la disminución de los niveles de infiltración y retención de agua en el suelo, provocando una pérdida del carbono almacenado en la vegetación, y del carbono y el nitrógeno del suelo. Estas pérdidas pueden demorar más de una década en ser recuperadas. Además, con los incendios también aumenta la producción de partículas (cenizas) a la atmósfera y al agua, por lo que mucho del material liberado precipita o escurre hacia los cursos o cuerpos de agua y provoca cambios en las concentraciones de nutrientes. Tal como menciona el experto en edafología e impacto ambiental, Norberto Muzzachiodi, no hay que minimizar la atención sobre las toneladas de emisiones de dióxido de carbono (también metano, amoníaco y compuestos orgánicos volátiles) que las quemas generan.