El otro dilema de las redes sociales, el fin de la libertad de expresión y de la censura

Análisis del Dr. Ricardo Álvarez, director de la carrera de Abogacía de nuestra Universidad.

1. El 20 de septiembre de 1792 el ejército prusiano (uno de los más importantes de Europa) fue rechazado en Valmy por unas milicias francesas. De acuerdo a Borges, Goethe pudo ver la singularidad del acontecimiento y dijo a sus amigos que lo acompañaban en la aventura militar: “En este lugar y el día de hoy se abre una época en la historia del mundo y podemos decir que hemos asistido a su origen”. Mucho tiempo más tarde los historiadores han conjeturado, que gracias a ese inesperado resultado de la batalla, la revolución francesa pudo sobrevivir en esos difíciles años, transformando radicalmente más tarde con su triunfo, la vida de gran parte del planeta. Hasta aquí el ejemplo. Luego, concluye el autor que la historia, la verdadera historia, es pudorosa y que por eso sus fechas esenciales suelen permanecer, durante largo tiempo, secretas.

2. Hemos asistido a una elección particular en EEUU. Y no por la obviedad de que, por mucho menos de lo acontecido en el país del norte, se han anulado elecciones enteras, se han calificado a regímenes como antidemocráticos, ha intervenido la OEA y se han expulsado presidentes legítimos. Todo esto en pocos años, en nuestro sufrido continente.

Las actitudes del presidente saliente e incluso el resultado final de la elección será lo de menos. Son detalles del partido. ¿Será posible advertir algún cambio en las reglas del juego? ¿Algún indicio de una transformación más pudorosa?

3. Otra escena, un poco antes y también en EE.UU., Mark Zuckerberg declara en el año 2018 ante el Congreso luego del escandaloso caso de Cambridge Analytica. El joven se puso saco y corbata, prestó mucha atención a las preguntas e intentó responder lo que sus inquisidores querían escuchar. Pero no pudo. Ya no era posible. Los viejos, los representantes estatales estaban enojados y ya intuían su inexorable derrota. Por eso, se las ingenian para preguntar de forma tal que no exista una respuesta satisfactoria. Ya que el partido viene para atrás que no quede dudas que no estamos de acuerdo. Los viejos si saben preguntar para sacar ventaja. Cualquier respuesta será motivo de feroces críticas e impugnación. Le dicen: Sabemos que en Facebook se puede comprar publicidad. ¿Puedo publicar lo que sea en ella? Mark piensa un instante. Claro, si contesta que sí lo criticaran por los terribles peligros que esto genera. Si contesta que no, resultará que ejerce censura previa y en definitiva, se instituye en juez supremo de lo que se puede y lo que no se puede publicar.

En la misma línea debe contestar en otra oportunidad a la destacada congresista Alexandria Ocasio-Cortez. Simplemente ella le pregunta si Facebook va a dejar que se publiquen mentiras. Nuevamente, si dice que sí, lo harán responsable de las terribles consecuencias que esto puede acarrear. Pero si contesta por la negativa le dirán que revisa el contenido de lo que se publica, como un trasnochado censor del siglo XX, y que en definitiva, termina definiendo que es verdad y que es mentira, que merece saberse y que no.

Pero Mark sabe que ya se está jugando otro partido y no se amedrenta, en rigor, nada de lo que conteste va a poder cambiar la realidad. Los viejos entenderán más o menos, se marcharan más o menos indignados, pero con poco por hacer, más que cobrar multas.

Mark sabe que en el mundo de los entornos virtuales las cosas no funcionan como antes. Nosotros podemos intuir que el estado perdió la capacidad de reglar al mundo. Pero nadie como él entiende las transformaciones derivadas del imperio de internet y sabe que, por supuesto y de facto, él debe decidir que es verdad y que no, o al menos decidir que contenido puede circular y cual no, entre los 2.400 millones de personas que utiliza su red social. Algo es seguro, no tiene opción.

4. Nuevamente, volvamos a las elecciones en EEUU. Casi inmediatamente, la red social Facebook cerró varias páginas vinculadas al ex asesor de Trump, Steve Bannon por propagar información falsa y tratar de deslegitimar el resultado de la elección (las elecciones se realizaron el 3 de noviembre pasado, las primeras bajas fueron el jueves 5). En total, estas páginas tenían 2,45 millones de seguidores y defendían la tesis del presidente Donald Trump según la cual en los comicios se produjo fraude y que por tanto él es el legítimo ganador de las elecciones.

Las denuncias son gravísimas. Se denuncia fraude. Y no lo denuncia un tipo que pasaba por ahí, sino que lo hace el propio presidente del país más poderoso del planeta. Un tipo que de hecho tiene el poder para destruirlo, que es absolutamente millonario y que fue votado por más de 70 millones de personas.

Pero Mark como decíamos, no se amedrenta y dice públicamente que dio de baja esos grupos porque incitan a la violencia. Claro que no debe haber sido una decisión fácil.

No importa tanto aquí si es una decisión correcta o incorrecta, lo que importa destacar es el dilema, la necesidad de decidir y quien toma esas decisiones.

Hoy, 7 de enero de 2021, Facebook e Instagram bloquearon las cuentas del presidente estadounidense Donald Trump en una medida sin precedentes tomada tras las escenas de violencia en el Capitolio protagonizadas por partidarios del dirigente republicano. Algo similar, ya lo había realizado Twitter en el día de ayer.

El presidente de EEUU quedó virtualmente, mudo.

5. En otra época nos hubiera llamado mucho la atención: ¡Censura previa al presidente de EE.UU.! Claro, en otra época. El concepto de “censura previa”, como el de “libertad de expresión” pertenecen a otra época. Una época en las que existían pocas posibilidades de expresarse y había que garantizarlas. Donde el estado democrático era justamente, aquel que se abstenía de la censura y posibilitaba la expresión de sus ciudadanos. En definitiva, dichos conceptos operaban en épocas de estados nacionales. Generalmente preocupados en los avatares de la prensa gráfica y sorprendidos por el crecimiento de la difusión en la TV. Dado que el estado era el garante de la vida social, resultaba entonces también, garante de lo que se publicaba. Y responsable de aquello que no podía publicarse.

Y el desarrollo más elevado del mecanismo llego a sostener: publica lo que quieras…luego te harás cargo de ello. Por supuesto era más complicado y tal vez, ya existía la posibilidad de una mínima censura. No importa, en caso de existir, era estatal. Otro partido, o mejor, otro mundo.

Un mundo en que la libertad de expresión y su otro, la censura previa, fueron conceptos jurídicos forjados a partir de la evolución de los sistemas democráticos de los estados nacionales. La libertad de expresión se la consideró un requisito indispensable para un régimen democrático. La censura previa fue una característica recurrente de los regímenes totalitarios.

Al menos, desde la declaración de los derechos del hombre, le libertad de expresión moderna se traduce como un derecho fundamental. Pero claro, su ámbito efectivo de ejercicio siempre fue muy reducido. Pocos podía expresarse, en los cafés, en las calles, luego en los periódicos y mucho más tarde en la radio y la televisión. Poder expresarse en medios masivos fue un privilegio muy codiciado.

Para el ciudadano, poder expresar libremente su opinión fue un aspecto de su definición como sujeto político. Expresarse ante el otro ciudadano, ante el semejante. El estado, se decía, debe garantizar ese derecho.

6. El punto es que tenemos cada vez más posibilidades de comunicación, más derechos declamados, menos estado (en términos de poder de transformación efectiva de la vida social) y sin duda, cada vez menos ciudadanos, o al menos los individuos contemporáneos son esquivos a reconocerse y actuar como tales.

Aquí podemos señalar que lo fundamental del proceso bautizado como globalización, es el efecto que produce sobre los estados nacionales y consecuentemente sobre su capacidad efectiva de ejercer soberanía a partir de la imposición de su ley. En gran medida, nuestro presente se caracteriza por el debilitamiento progresivo del estado nacional, más allá de los momentos y coyunturas especiales en cada nación. La institución estatal ha caído como espacio soberano de autonomía y como ente privilegiado capaz de orientar el curso del devenir, tal como sucedió, masivamente, en el siglo XX. Sin embargo, es necesario reconocer que la transformación del estado no significa su desaparición, muy por el contrario, la complejidad reside en vislumbrar una institución que permanece en las formas pero que se altera en sus potencialidades.

En tiempos nacionales, el estado fue capaz de articular simbólicamente las situaciones, esto es, produjo un sentido general para la serie de instituciones nacionales, en rigor, no solo produjo un sentido general, sino un sentido general articulado en el cuál la ley nacional cumplía un rol determinante en la constitución subjetiva de sus habitantes interpelados como ciudadanos. Lo importante de destacar aquí, es que en épocas nacionales el aparato jurídico cumplía también con la función de instaurar sus ficciones como verdaderas y sus verdades como verdades, a partir fundamentalmente de sus sistemas jurídicos. Dentro de este esquema, la regulación de la libertad de prensa y de la censura era constitucional. Es decir, se realizaba por mecanismos jurídicos en base al derecho constitucional.

7. El paso de la primacía del estado al mercado puede describirse también como el paso del ciudadano al consumidor. Así como los estados nacionales, a través de la ley, producían ciudadanos, los estados globalizados, a partir del mercado, producen consumidores.

En este sentido, lo decisivo es el cambio en la percepción social del hombre que ha comenzado a reconocerse más como consumidor que como ciudadano. El consumidor habita en la lógica del mercado, de la vertiginosa sustitución de objetos, donde el último término de la serie siempre “es mejor”, solo porque es nuevo. El objeto anterior cae sin tramarse en una historia, en definitiva, el consumidor habita la lógica de la moda y sobre todo, en la lógica de la imagen. Si en los estados-nación un ciudadano se definía por su relación con la ley, en los estados globalizados, el consumidor se define por sus actos de consumo. Al consumidor no le interesa expresarse sino consumir. Si debe pronunciarse simplemente opina. Ya sabemos que el cliente siempre tiene razón. Y el cliente también lo cree.

8. Seguramente cansado de la soledad del poder, Mark conformó un Consejo Asesor de Contenido de Facebook que atiende casos de usuarios cuyo contenido fue eliminado en Facebook o Instagram y reclaman que se readmitan. Claro que no podrán con todos los reclamos, será una segunda instancia muy limitada, y la empresa ya ha reconocido que priorizarán “los casos que muestren potencial de repercutir a muchos usuarios en todo el mundo”. Claro, el espacio geográfico es el mundo. Pero ni siquiera el mundo como lo entendían los mapas del siglo XX. Es otro mundo.

La iniciativa podrá ser burocráticamente aceptable pero no cambia las cosas. Lo que se transformó radicalmente fue la sociedad y ante eso, aparecen los reflejos de siempre, los reflejos nacionales: burocracia, regulaciones, normas, sanciones, etc. ¿Y ahora quien podrá defendernos?

9. ¿Lo han notado? Actualmente es muy fácil comunicarse:
“Lo relevante, entonces aquí, es que la tecnología del Internet invirtió la lógica que había marcado a la libertad de expresión desde su nacimiento: si antes era costoso expresarse, ahora lo difícil es ser escuchado. La expresión ya no es escasa; al contrario, es por demás abundante: cada minuto se suben a Internet miles y miles de fotografías, videos, palabras. Lo escaso, ahora, es la atención de los usuarios de estas plataformas ante tal avalancha de contenido y, por ello, el reto consiste atrapar su interés.”

La buena noticia es que hay libertad de expresión. La mala, es que justo ahora dejo de tener importancia. No importa que puedas decir, sino que importa que alguien lo quiera leer.
No importa lo que digas sino que puedas ser escuchado. El circuito espontáneo de la comunicación está en ruinas. Por ejemplo, faltan receptores y eso sí, cada vez es más notorio que lo fundamental es el medio.
La era del saber dio paso a la era de la información. El saber siempre falta. La información siempre sobra. Por la lógica que impone, en el nuevo circuito comunicacional no importa si lo que trasmites es cierto, si resulta útil o si tienes razón. Lo que verdaderamente importa es que tengas audiencia. Eso es lo que se valora o técnicamente, lo que genera valor en el siglo XXI.

10. Veras que todo ya no es mentira. Pero tampoco verdad. Cortito y al pie.

Fleets. Twitter tiene una nueva función: se llama fleets y sirve para compartir mensajes que se borran automáticamente a las 24 hs. Comunicó la exitosa empresa que: “debido a que la visualización desaparece después de un día, Fleets ayudó a las personas a sentirse más cómodas al compartir sus pensamientos, opiniones y sentimientos tanto personales como casuales.” En rigor, puede decirse que no es muy innovadora la propuesta ya que la herramienta es muy conocida y ya se usa plenamente en las principales redes sociales. Destaquemos entonces el éxito de la propuesta: lo que publiques se borrará en 24 hs. Genial. Por supuesto. Exprésate por un rato, por ahora. Claro no estamos en la lucha por la libertad de expresión, estamos en otra, aunque no sepamos todavía del todo cual.

Mentiras y política. Sabemos que la publicidad nunca se destacó por su veracidad. Su funcionamiento no tiene que ver con la circulación de enunciados verdaderos. Su función es otro, sus fines son diversos; esto ya lo aprendimos a los golpes y a las compras. Y sin embargo, nos acostumbramos a su omnipresencia. Además, parece que funciona. Creemos cuando alguien nos dice lo bueno que es el producto que nos quiere vender. O tal vez peor, asociamos una marca con sensaciones o satisfacciones, a partir de imágenes bien editadas.

Sabemos que la publicidad política es también, en gran medida, falsa. Pero este no es el inconveniente actual. Plantea Saúl López Noriega que no importa que circulen mentiras políticas por Facebook sino que “Lo peor, más bien, es que, debido a su algoritmo y modelo de negocio, las mentiras políticas que transitan por esta plataforma no se distribuyen de manera pareja. Cada quien recibirá diferentes mentiras de acuerdo a sus intereses, preferencias y emociones.”
El capitalismo del siglo XXI ni siquiera reparte con igualdad a las mentiras políticas.
Fake news. En épocas de libertad de prensa y censura hubo siempre noticias engañosas o simplemente falsas. Sin embargo, nuestra época se caracteriza por el crecimiento exponencial de las llamadas fake news, en gran medida posibilitadas por las redes sociales ya que en ellas, los usuarios son consumidores pero también productores de contenidos y en dichas lógicas una noticia falsa se replica miles de veces en cuestión de segundos, sin posibilidad de distinguir lo falso de lo verdadero.
Posverdad. Tal vez por ello, ya en el año 2016, el concepto de posverdad fue elegido como la palabra del año por el diccionario de Oxford. Allí se la definió como ese contexto particular en el que los hechos objetivos son menos importantes a la hora de modelar la opinión pública que las apelaciones a la emoción o a las creencias personales. Pero también se hubiese podido decir que la verdad ya no es lo que era. Su búsqueda no es tan urgente como antes. La posverdad si vino para quedarse.
11. ¿Qué ha pasado? La verdad y la mentira le dejaron el lugar a la opinión. Su estatuto es esquivo y tiene buena prensa, sin embargo, su indudable centralidad revela un cambio decisivo en las reglas de juego.

La mentira requiere de la verdad como su otro; la mentira aspira al sitial de la verdad. Pero ya a quien le importa esto. La transformación que nos toca vivir es más radical. Ha caído mediáticamente la distinción central entre verdadero y falso en nombre de lo opinable. La verdad tenía todo el valor, la mentira, ninguno. Las opiniones, en cambio, valen todas lo mismo.

Todo el material temático sobre lo que se debate –la agenda- es proporcionada por los medios antes que por poderes del estado o la academia. Y luego habrá nuevo material mediático y allí el festival de las opiniones es la ocasión para realizar una especie de test proyectivo, porque en esta lógica la opinión habla más de quien la emite que de cualquier otro referente. Quizá en ello radique su misterioso goce: en la enunciación de la opinión no importa qué se cree sino quién lo cree. Yo creo que es la cláusula que señala el estatuto subjetivo del enunciado.

Con las noticias se ve claramente. El hecho al que se refiere la noticia puede ser verdadero o falso (pudo haber sucedido o no) pero esto no genera el mayor entusiasmo, una vez publicada la noticia, la lógica de los medios sigue por otros carriles. Es cierto que los efectos de la escucha no son unívocos, existen determinadas condiciones de recepción que complejizan conocer los efectos de una noticia.

Se puede pensar que el valor de verdad de la noticia está en la noticia misma, en la solidez de sus condiciones de enunciación: si la misma noticia es repetida por todos los medios sin duda será tomada como cierta.
Esto sin embargo, no es nuevo en términos de historia social. Lo más novedoso esta vez es que la noticia actual se desinteresa del valor de verdad de los hechos.

Ocurre que la noticia no se somete inmediatamente a prueba, la noticia primero somete al noticiado. Luego, otra noticia puede desmentir los hechos e instalar un nuevo hecho como sucedido….estamos de acuerdo que su imperio suele ser efímero, nuevas noticias reemplazarán a las viejas. No importa, sus efectos ya fueron producidos.

12. Algún tiempo atrás, una tesis hizo fortuna. Las modalidades de la verdad, en una sociedad, no dependen de la estructura propia de lo real sino de los procedimientos destinados a producirla. En la cultura occidental se destacan dos características específicas en el régimen de producción de verdad. Por un lado, la relación de la verdad con el método; por otro, la relación de la verdad con las prácticas jurídicas. En Occidente, es verdad lo que resulta de un método. Entiéndase bien: el método no es una técnica de acercamiento a una verdad que lo preexistía sino que llamamos verdad a eso que se obtiene finalmente por la operatoria de un método que la produce.

Por otro, las prácticas destinadas a proporcionar los métodos y criterios de producción de verdad son las jurídicas. Sea cual fuere el método por el cual en una situación social se determinan culpabilidades, responsabilidades e inocencias, por ese mismo método, en otros muy diversos campos de la vida social se establece lo que se llama verdad. En nada altera la cuestión el hecho de que en una configuración el procedimiento se base en el juramento, en otro en la competencia o en otro en la prueba. La eficacia del procedimiento no consiste en revelar una verdad previa sino en interrumpir mediante una decisión, la cadena infinita de enunciados subjetivos. Pero la tesis, cuyo autor era Michel Foucault, se cuidaba bien de postular que ese peso estructurante de la práctica jurídica fuera un dato estructural o eterno.

13. Ocurre que el discurso mediático (medios, redes sociales, etc.) ha sustituido la función ideológica, otrora primordial, del aparato jurídico. Si el pueblo se representaba en las instituciones nacionales, la gente se representa en el montaje mediático. La soberanía se ha ausentado explícitamente de las instancias nacionales de decisión. Se instituye con ello el reino indiscriminado de la opinión, como complemento discursivo respecto de los poderes efectivos del mercado.

El aparato mediático es depositario del saber medio. Pero este dispositivo que instaura realidad carece de los medios para establecer un procedimiento de verdad, como fue en épocas nacionales. Porque si los procedimientos de producción de verdad requieren que se produzca un corte en la superficie homogénea de las versiones, los procedimientos mediáticos requieren que se reinicie infinitamente la cadena de las versiones, suturando cualquier corte. La llamada lógica de la posverdad puede pensarse también desde esta lógica.

14. La buena noticia entonces es que no existe solo Facebook, sino también Twitter, Instagram, Youtube, WhatsApp, TikTok, etc. La mala noticia es que todos funcionan igual en la materia estudiada (eso que se podía entender bajo el festivo concepto de “libertad de expresión” en tiempos nacionales).

Si bien nunca fue una maravilla, en los estados nacionales la libertad de expresión no era de administración exclusiva por los propietarios de los medios de prensa. Había estándares institucionales y legales, con sus más y sus menos, que regían en cada espacio nacional. Tal vez por esto, los senadores estaban enojados con Mark.

Imperceptiblemente les sacaron algo. Los viejos conceptos ya no son operativos y los nuevos no existen todavía.
El tono de lo anterior es sin duda apresurado y simple. No importa, lo único que sabemos del futuro es que diferirá del presente y que las formas de organización social, al igual que sus categorías fundamentales, no son eternas.

Claro que no estamos buscando época para mudarnos. Apenas tenemos esta que nos tocó en suerte, la nuestra, la única que verdaderamente nos desvela, y que nos interesa en ocasiones, saber o intuir como funciona o al menos, como se transforma.

[1] Borges, Jorge Luis;  Obras Completas; Tomo II; Emecé; Barcelona; 1989; Pág. 132.

[2] Una brillante exposición científica sobre la evolución de la libertad de prensa y sus desafíos actuales fue realizada por el Dr. Marcelo López Mesa, en su discurso de asunción como miembros correspondiente en la Academia de Ciencias de Buenos Aires. En línea: https://www.ciencias.org.ar/user/Incorp%20Lopez%20Mesa.pdf

[3] López Noriega Saúl; Facebook y el fin de la libertad de expresión Publicada en NEXUS, El juego de la Suprema Corte.   https://eljuegodelacorte.nexos.com.mx/?p=10573

[4] López Noriega Saúl; Facebook y el fin de la libertad de expresión Publicada en NEXUS, El juego de la Suprema Corte.   https://eljuegodelacorte.nexos.com.mx/?p=10573